lunes, 14 de mayo de 2012

La incapacidad de los capaces

Desde hace algún tiempo, la empresa en la que trabajo, ha empezado una activa lucha por laintegración laboral. No es que conozca esta información porque me haya reunido con señores importantes en salas herméticas y grises – Al igual que los señores- y hayamos tratado el tema en profundidad; lo sé, porque además de activa- la lucha- es mediática, y han colgado carteles gigantes por todos los edificios con fotos de trabajadores o futuros trabajadores de la corporación que padecen algún tipo de minusvalía o disminución psíquica/física. Estas fotografías, además, van acompañadas de frases motivadoras, alentadoras y mensajes que te llevan a pensar que la persona retratada en cuestión vive sumida en un constante estado de paz y felicidad ajena al estrés, la presión, los tiempos, la precariedad, la crisis, y en definitiva a los problemas de cualquier índole, bien sean familiares, laborales, sexuales, existenciales y en última instancia, terrenales.

Yo, que siempre he sido bastante reacia a todo aquello que se publicita en demasía, que precisa de una importante parafernalia y luces de neón para captar la atención que no capta por si mismo por su falta de magnificencia, me mostraba bastante escéptica y creía que igual –Y solo igual, posiblemente, casi seguro- todo este rollo integrador lo estaban usando como un arma para dar una imagen mas social, humana y comprometida de la empresa y por ende de los dirigentes. Algo así como decir – Sin llegar ellos mismos a creérselo- “No somos robots, somos personas, no sois solo números, sois paneles con caras a tamaño real y sois también palabras. No solo pensamos en los beneficios económicos, también pensamos en vosotros –En todos, sin excepción-, piezas fundamentales de esta formación”

Bien, hoy he descubierto que no era una estrategia, que era honesto. Les he juzgado negativa y precipitadamente, mis pensamientos eran mezquinos, estaba equivoca. Y después de esta sincera confesión, paso a exponer lo que ha hecho que me diese cuenta del grave error que cometí al desconfiar.

Estaba yo, ejerciendo mi derecho a trabajar en una sala – Que tiene dos puertas de entrada/salida, dato importante- que está pegada justamente a un despacho enorme de decoración exquisita- Sobria a la par que acogedora. Colores serios, sofás de piel, cuadros, artilugios tecnológicos, mesas de cristal, en fin… Lo normal- cuando el señor al que le han asignado dicho despacho, alguien importante sin duda –En mi vida no, que no le conozco, solo importante en general- ha salido del mismo y se ha dirigido a la sala en la que yo me encontraba por una de las dos puertas. Ha entrado, y después de un fugaz cruce de miradas hemos mantenido esta conversación…

Yo: Hola, buenos días.
Él: ……… (Introducir el sonido del silencio absoluto en el lugar de los puntos suspensivos)…

Y ha cruzado la habitación saliendo por la otra puerta.

No habían pasado ni dos minutos, yo aún estaba aturdida por tan profundo encuentro, que se ha vuelto a repetir la misma situación. Esta vez, como es de esperar, el señor importante, venía por la puerta que había salido anteriormente y hemos mantenido esta conversación….

Yo: …… (Introducir mirada –Sin sonrisa- en el lugar de los puntos suspensivos)
Él: ……… (Introducir el sonido del silencio absoluto en el lugar de los puntos suspensivos)

…Y ha cruzado la habitación saliendo por la otra puerta.

Haciendo una reflexión rápida, precipitándome de nuevo, he pensado que era un desconsiderado, un arrogante, un necio. Pero luego, atando cabos, me he dado cuenta de que no. Era, sin lugar a dudas, ¡¡Uno de los integrados!! ¡Un hombre que no sabía ni decir “Hola” había llegado a un ocupar un puesto de altísima responsabilidad! ¡Alguien totalmente incapacitado para saludar, para pronunciar palabras elementales o responder a un interlocutor cualquiera, ostentaba un gran cargo!

Joder, eso si que es integración, me he quedado perpleja. Es una manera preciosa de decirnos a todos… “Podéis”. Un acto admirable que hayan puesto al frente de ese lujoso despacho a alguien con carencias tan básicas, pero a la par capaz de integrarse en ese ambiente. De sentarse en esos sofás, de usar esos ordenadores, de presidir ese magnífico escritorio. Es un rayo de luz en estos tiempos en los que reina el sinsentido, en estos tiempos en los que empezábamos a desesperar.

Por mi, ya pueden descolgar los carteles. Todos. Aunque aún no haya visto en el que aparece él anunciado, me han demostrado que van totalmente en serio.

Mis respetos.