martes, 17 de abril de 2012

Burogracia

Soy una loca. No obstante una loca no diagnosticada, pero demente al fin y al cabo. No creo que cambiase demasiado la mala distribución de las cosas dentro de mi mente, el tener en mi haber un papel que certificase mi estado, salvo el hecho de poder mostrarlo cada vez que me presento ante alguien, para que se ahorre el poco tiempo que le llevará descubrirlo. Podría incluso fabricar tarjetitas de presentación si algún riguroso médico me hubiese encasillado en el punto que ya me encuentro. Podrían decir algo asi: “Srta. Laurels, sin profesión conocida -o por lo menos no de prestigioso reconocimiento social-, múltiples estudios caseros, observaciones empíricas por cuenta propia, dominio del método deductivo/inductivo basado en la paranoia. Loca de atar, loca de remate, jodida loca”

Pensándolo bien, no serían tarjetitas, prefiero pergaminos. Pergaminos que recitaría – A pleno pulmón, la locura también precisa de una apurada puesta en escena- ante mi nuevo amigo, vecino, compañero de biblioteca, posible amante, futuro – Casi imposible futuro, si mi locura no conlleva un 33% de disminución que le ayude a desgravar- jefe, en nuestra primera y posiblemente única entrevista como aspirante a ocupar el puesto de trabajo ofertado.

El informe del entendido en medicina acerca de mi no-salud mental, seguiría sin cambiar nada de puertas cerebrales para dentro, pero también ayudaría a sustituir – Llámalo disfrazar- la condescendencia por pena. Un… “Eres una puta loca de mierda” se convertiría en un… “No te preocupes dulce –Dulce aunque esté mordiendo con vehemencia mis labios, hundiendo los dientes en la rosada carne, a la par que araño mis mejillas, y sangran y pican, vamos si pican… Digo, ¡Si sangran!- loquita, tienes un problema que ya vamos a solucionar”.

El papel, ya ves, ¿En qué me afectaría?, menos aún la indescifrable firma, que puede difuminarse hasta desaparecer en un balde de agua. En fin, ya sabes, mis mejillas seguirían marcadas, mis labios moradamente destrozados, la locura ya la tengo bien cogida por el cuello. Aunque ciertamente, la autoridad que dicho papel le otorgaría a mis no-capacidades, ejercería una poderosa presión social. No se puede odiar a una tarada diagnosticada ¡Adiós a dios, te libre! Eso está francamente mal. Para ellos, los sensatos, de loca a imbécil hay un paso –tan, tan, minúsculo- que se recorre sin mover los pies. Y la imbecilidad les enternece, por creerla ajena.

Mis actos, deberían ser la única carta de presentación, la más poderosa. Mi mirada perdida, mis frases sin sentido, mis gritos despavoridos sin venir a cuento, mi incontenible deseo de desnudarme en actos públicos –Deseo saciado la mayoría de las veces-, mis conversaciones con amigos –Imaginarios, por supuesto-, mis transformaciones repentinas en animales y seres mitológicos… Pero nada de esto es bastante. Necesito una acreditación –Pase vip de la enajenación- que de credibilidad a mi ausencia de cordura. Preciso, de un costoso estudio de mano de ilustres personajes entendidos en la materia. Y después de invertir mucho tiempo y dinero, al fin, conseguir mi título oficial de desquiciada. Obviamente, con múltiples posibilidades de promocionar en el maravilloso mundo de las enfermedades psíquicas –Todo es cuestión de tiempo-. Envasada, etiquetada, titulada, y por encima de todo, lista para ser consumida. Pero eso si, al fin podré tener mis preciosas tarjetitas - ¿Pergaminos?- con membretes dorados y letras azules pastel que digan quien soy. No soy una loca cualquier –Aunque la misma loca-, soy una loca alguien –Eso es lo importante-.

2 comentarios:

  1. Titulitis para qué te quiero... Para que me des acceso directo al limbo de los ''superiores''. Para que me des poder sobre alguien, que me ayudes a someterlo y a hacerle sentir inferior aunque su validez personal y/o intelectual esté por encima de la mía.

    No sé para qué tanta historia. Total, si lo dice él que tiene título será verdad, que para eso es un titulado, con título y titulación.

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  2. Buropatía...
    Buen Blog; no lo dejes...

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